jueves, 17 de abril de 2008

La lisensiada


Qué negrura en sus ojos, en su cabello, en su mirada. Así nos lo pareció al menos al principio, cuando “lisensiada Silvina” nos parecía que lo pronunciaban con maldad. Pero nos fue ganando poco a poco, como el día del robo, cuando salió a la escalera mientras los policías buscaban huellas de todos los invitados a nuestra fiesta y ella no paraba de repetir que algún desalmado habría entrado porque la puerta se quedaba abierta. La lisensiada.

Hacía un crucigrama con nuestros nombres y a cada uno le llamaba por el del otro. Nos bañaba de risas cada vez que asomaba su cabeza por el hueco de la escalera para ver si era su hijo el que regresaba borracho. “Si se oye a alguien dando tumbos, es él”. Se reía de la muerte con tanta fuerza que casi daba miedo, como cuando nos hablaba del “muerto” por su ex marido y bromeaba con sus hijos, que no querían ir a vivir a casa del muerto. “Pero si la casa es más grande, Silvina, y está a dos cuadras”, le decíamos. “Y a mí qué. Éste es mi barrio, mi esquina, mi restaurante”, nos contestaba, como si dos calles más abajo no fuera el mismo lugar.

Y nos invitaba a comer, o a café en su “restaurante”. Silvina. Licenciada, cocinera, madre, vecina, familia. Y así nos lo dijo cuando nos fuimos “los españoles”. “Ay, pero si están mal ya se regresen. Acá por lo menos tienen una familia”.

martes, 18 de marzo de 2008

Azules-violeta




Se entorpecen, se hieren, se enredan entre ellas, se calientan y se enfrían, se esconden, se miran, se entristecen. A veces, se tapan la una en la otra y se acarician, y aunque parece que tienen heridas, no es cierto. Se castigan. Se tocan, se meten en sus guaridas, se acurrucan, se embrutecen. Yo digo que son un poco violetas, pero no tengo muy claro por qué. Se extrañan.

miércoles, 5 de marzo de 2008

Escribe siempre en papeles pequeños que siempre guarda en cajones y carpetas. Cada ciclo de seis meses, más desorganizadas. No quiere, admira. No sufre, sangra. Escucha obsesivamente canciones y llora, por etapas, cada vez más. Se empeña en clasificar todo lo que odia. Los muertos, los cobardes, los intolerantes como ella. No quiere, adora. No busca, pierde. Se dice a sí misma que es incapaz de soportar muchas cosas, pero las soporta. Las grandes injusticias del mundo, las que son más pequeñas, o que ni si quiera lo son pero acaban en una persona despedida sin motivos y mantienen una política explotadora, la violencia... Así es, mezcla todo y todo le hace llorar. Pero por ahora está empezando. Por ahora, sabe lo que no quiere. Y sabe también que tiene derecho a querer dentro de unos años todo lo que detesta ahora.

¿A qué no te habían hecho nunca tantas fotos?

Tiene la piel tan morena que le dicen "el negro" o "el angolano". Lleva siempre un sombrero de paja al que ya le arrancó los adornos y una cerveza en la mano la mayor parte del día. Duerme, cuando puede, en una casa en obras, que está junto al hotel María Sabina, pero a veces los obreros se lo impiden. Otras, con las cervezas en su estómago como única comida, se queda dormido aunque el ruido sea infernal y el calor entre por todas las puertas. Cuando está contento, grita "chamaca!" cada vez que te ve y se queda sentado a tu lado fumando un cigarro que por supuesto tú le has conseguido.

Sin embargo, últimamente, desde que agarraron al triler y se lo llevaron a la cárcel por timar a unos turistas, anda un poco cabizbajo. Ya no grita "chamaca!" si no le llamas tú primero, ni te pregunta si tienes habitaciones libres para conseguirte gente y llevarse una comisión. Cuando le preguntas, dice que está cansado. Sus huesos ya se acostumbraron a la dureza del suelo, pero aún no ha conseguido curarse la herida del dedo. Dice que se le levantó la postilla "chambeando", pero cuando voy a colocarle una tirita veo que aquello no es una postilla sino carne desgarrada. Es mágico, con la herida tapada dice que ya no le duele, pero acepta el café que le llevo y su color es más blanco.

Me roba todas las mañanas el libro hasta que le grito "chamaco!" Y menea la cabeza de un lado a otro mientras se acerca a devolvérmelo

martes, 19 de febrero de 2008

Igual de estúpidos pero con diploma


De nuevo la chanson du dimanche, porque siguen siendo muy genios. Atención a esa parte en que se preguntan cosas uno a otro y le dice: -Pregunta de "Futuro": ¿Para cuándo Sarkozy presidente de Estados Unidos?

Qué razón tienen: aussi con mais diplômé. Hay que ser como Fidel, joder, y pasar de todo y hacer un discurso de despedida como éste.

viernes, 15 de febrero de 2008

La vida era una carpa de música y disfraz

Ya sé que fue hace mucho, bueno, no tanto, parece que fue ayer. Subidas al palco del gober, disfrutando como nunca. Cuando la vida era una carpa constante de cerveza Sol y caminabas bailando. Qué bonito este vídeo, Miguel, para recordarlo siempre.



Para que veas, Conchi, que ya sé que está por ahí siempre. Sin disfraces.

lunes, 11 de febrero de 2008

Dos siempre juntas


-Si me puede escribir en estos sobres "propina" y también en inglés ... -dice Herminia con una sonrisa pícara - Es para dejarlas en las habitaciones que limpio.
-¿Y cómo se dice en inglés?- pregunta la recepcionista.
-Ah, no sé... - vuelve a sonreir, mientras su hija se esconde entre sus faldas.
Herminia limpia las habitaciones del Hotel María Sabina por 500 pesos semanales y desaparece entre sábanas recién lavadas y toallas colgadas en su terraza. Porque ya es su terraza. Tiene algunas manchas en los brazos y apenas habla español porque su lengua algún dialecto maya de la región de Yucatán. Es de esas personas que a veces tienen la mirada perdida. Si le preguntas por una dirección de correo, te da la de su casa en lugar del e-mail y aunque toma Coca.Cola no sabe los ingredientes que lleva una pizza.
Cuando no tiene habitaciones que limpiar se sienta en los escalones con su hija María, de diez años, que le lee revistas con los últimos chismes de las telenovelas.-Yo no sé leer- anuncia con una sonrisa y te hace pensar que te dejó un pequeño hueco en su corazón. Si puede, pondrá a trabajar a su hija en el mismo hotel, lavando la ropa a los huéspedes por una comisión. Si le deja el patrón.

viernes, 1 de febrero de 2008

Ésta sí era una big calm


Receta para la insportable levedad del ser: dejar de ocuparse tanto de nosotros mismos. Encontrar un nuevo lugar donde secarse al sol y empezar de nuevo un chemin de la bohème. Quitarse la bufanda, para que por el cuello entre el viento, ese que va a impedir que entren recuerdos, mensajes, deseos. Dejar fuera todo lo que está al exterior. Saber. Que por el momento podemos decidir cosas más pequeñas. Vivir. Dejar de esperar y flotar de una vez en una big calm. Con la fuerza del peyote, el sabor de verde y la astucia del mar, que barre toda la suciedad secada en la arena del sol. No suplicar más y ser capaz de terminar, solos, una canción entera.

jueves, 31 de enero de 2008

Hoy robo: frase a Kropotkin y foto a Teresa


Somos ricos, muchísimo más ricos de lo que creemos. Ricos por lo que poseemos ya; aún más ricos por lo que podemos conseguir con nuestros instrumentos actuales; infinitamente más ricos por lo que pudiéramos obtener de nuestro suelo, de nuestra ciencia, y de nuestra habilidad técnica, si se aplicasen a procurar el bienestar de todos. Somos ricos en las sociedades civilizadas. ¿Por qué hay, pues, esa miseria en torno nuestro?

jueves, 24 de enero de 2008

Otra genia (para no perder las ganas de luchar)



Para ti, Be, para que no estés triste.

sábado, 19 de enero de 2008

Los que se quedan cuando nos vamos


Apenas nos contó Griselda que cuando trabajaba en el periódico había conocido a una mujer increíble llamada Rosaura. Rosaura vivía con su marido en una pequeña casita en el centro del pueblo, y Griselda, entonces soltera y sin hijos, pasaba de vez en cuando a verles porque era su vecina y no conocía a nadie en el pueblo. Rosaura tenía miles de ropas tiradas en un viejo baúl y las dos compañeras se dedicaban algunas tardes a abrirlo y vaciarlo, mientras dejaban escapar un poco sus sueños. Eran sueños de libertad, de cuando Rosaura no tenía que cargar con un marido gruñón y cocinar para su hijo egoísta de más de cuarenta años. Rosaura le proponía a Griselda que se llevara algunas camisas o faldas, pero Griselda era mucho más joven y no quería esos ropajes de vieja.


Sucedió que un día el hijo de Rosaura se murió por sus problemas de alcoholismo, y Rosaura se quedó un poco más sola aunque un poco más libre en esa casa. De vez en cuando se reían, como aquella vez en que su marido echó de la casa a la mujer que les vendía los pollos porque creía que Rosaura estaba celoso de ella. O cuando el marido de Rosaura se subió a podar el árbol, orgulloso de su cuerpo fortachón y ya no podía bajar de nuevo. Pero poco a poco sus cabellos se fueron haciendo más grises, y las hojas secándose en esa casa, y las visitas olvidándose de ellos. Griselda también se marchó a trabajar a otro lugar, y ya no iba a visitarles muy a menudo.


Pero un día soñó con ella. Las dos abrían el baúl de nuevo, y sacaban las ropas como siempre. Y Rosaura le decía que se las llevara, pero su voz sonaba más convencida. “Ahorita ya no las voy a necesitar”, decía. “¿Y qué voy a hacer con todo esto, montar un tianguis?”, respondía Griselda divertida, sin darse cuenta de que Rosaura ya no las iba a necesitar, porque en su sueño era un fantasma y llegó a pensar que también lo era en la realidad. Fue entonces cuando decidió ir a visitarla de nuevo, con los nervios a flor de piel y el miedo de no encontrar en esa casa más que los vestidos de Rosaura.

viernes, 18 de enero de 2008

Ropas de Vieja


Fuma cigarros Piper mentolados que olvida en el cenicero cuando habla. Lee, cada tarde, dos periódicos y cientos de hojas de libros que devora con increíble concentración. Recuerda los cumpleaños de sus 42 nietos y todo lo que aprendió de geografía y de historia. Se lima las uñas mientras te cuenta cómo vivió la Guerra Civil o cómo quiso ser farmacéutica y le obligaron a ser maestra. Absorbe tu atención con cada cosa que dice porque la edad le ha hecho sincera y sin miedo.

Tenía frío y llevaba una semana acatarrada, por eso había buscado con qué arroparse. Debió de encontrar ese chal de alguna otra abuela. Cuando la vi, sentada en su brasero, rodeada de libros y periódicos, exactamente igual que siempre, supe que todo había cambiado. Trató de justificarse, por tantas veces que mi hermana y yo hemos criticado esas “ropas de vieja”. Pero la vi débil ante tanto mundo y tantos años.

jueves, 10 de enero de 2008

La chançon du dimanche

Porque hay imágenes que valen más que mil palabras. Dos genios que se dedican a hacer una canción cada domingo sobre distintos temas de actualidad, como ésta, sobre las huelgas en Francia por los regímenes especiales de jubilación.



Pero hay muchas más, también sobre Sarkozy, que bien se lo merece, en especial últimamente, sobre el poder de compra de los franceses, etc. Se han hecho tan famosos, que hasta darán un concierto este viernes en la Flèche d'or.