martes, 18 de marzo de 2008

Azules-violeta




Se entorpecen, se hieren, se enredan entre ellas, se calientan y se enfrían, se esconden, se miran, se entristecen. A veces, se tapan la una en la otra y se acarician, y aunque parece que tienen heridas, no es cierto. Se castigan. Se tocan, se meten en sus guaridas, se acurrucan, se embrutecen. Yo digo que son un poco violetas, pero no tengo muy claro por qué. Se extrañan.

miércoles, 5 de marzo de 2008

Escribe siempre en papeles pequeños que siempre guarda en cajones y carpetas. Cada ciclo de seis meses, más desorganizadas. No quiere, admira. No sufre, sangra. Escucha obsesivamente canciones y llora, por etapas, cada vez más. Se empeña en clasificar todo lo que odia. Los muertos, los cobardes, los intolerantes como ella. No quiere, adora. No busca, pierde. Se dice a sí misma que es incapaz de soportar muchas cosas, pero las soporta. Las grandes injusticias del mundo, las que son más pequeñas, o que ni si quiera lo son pero acaban en una persona despedida sin motivos y mantienen una política explotadora, la violencia... Así es, mezcla todo y todo le hace llorar. Pero por ahora está empezando. Por ahora, sabe lo que no quiere. Y sabe también que tiene derecho a querer dentro de unos años todo lo que detesta ahora.

¿A qué no te habían hecho nunca tantas fotos?

Tiene la piel tan morena que le dicen "el negro" o "el angolano". Lleva siempre un sombrero de paja al que ya le arrancó los adornos y una cerveza en la mano la mayor parte del día. Duerme, cuando puede, en una casa en obras, que está junto al hotel María Sabina, pero a veces los obreros se lo impiden. Otras, con las cervezas en su estómago como única comida, se queda dormido aunque el ruido sea infernal y el calor entre por todas las puertas. Cuando está contento, grita "chamaca!" cada vez que te ve y se queda sentado a tu lado fumando un cigarro que por supuesto tú le has conseguido.

Sin embargo, últimamente, desde que agarraron al triler y se lo llevaron a la cárcel por timar a unos turistas, anda un poco cabizbajo. Ya no grita "chamaca!" si no le llamas tú primero, ni te pregunta si tienes habitaciones libres para conseguirte gente y llevarse una comisión. Cuando le preguntas, dice que está cansado. Sus huesos ya se acostumbraron a la dureza del suelo, pero aún no ha conseguido curarse la herida del dedo. Dice que se le levantó la postilla "chambeando", pero cuando voy a colocarle una tirita veo que aquello no es una postilla sino carne desgarrada. Es mágico, con la herida tapada dice que ya no le duele, pero acepta el café que le llevo y su color es más blanco.

Me roba todas las mañanas el libro hasta que le grito "chamaco!" Y menea la cabeza de un lado a otro mientras se acerca a devolvérmelo